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21Sep 2021

El Olivar Viviente

Resulta que el cultivo de los frutales que proporcionan el “oro verde”, como se llama al aceite de oliva, sirve de base para el sostenimiento de un gran bosque, muy próximo genéticamente al autóctono del mediterráneo original que soporta las poblaciones ornitológicas de más de un centenar de especies de aves.

Cuando pensamos en un ecosistema en explotación por el hombre que pueda calificarse de aceptable desde el punto de vista ecológico, suele venir a nuestra mente la dehesa; es cierto que esta forma artificial de sabana donde han sobrevivido a la tala los árboles suficientes para producir frutos, sombra y abrigo a la fauna es el mejor ejemplo posible, pero no nos olvidemos del olivar: un maravilloso bosque domesticado.

En referencia a nuestros legendarios olivares la Sociedad Española de Ornitología (SEO Birdlife) acaba de presentar, a través de su directora ejecutiva Asunción Fernández, una Guía Ornitológica del olivar elaborada con estudios de campo basados en la observación de unos olivares gestionados de manera ejemplar por Canena (denominación comercial procedente de fincas como Cortijo de Guadiana u Olivares vivos).

Cuando alguna explotación, agrícola o ganadera, se desarrolla de manera eficiente pero sin empleo de excesivos artificios y sustancias añadidas, se la suele calificar de “sostenible”; la supuesta “sostenibilidad” se basa en una mala traducción de “durabilidad”.

Ser duradero es ser capaz de mantenerse en el tiempo con el mínimo deterioro posible, pero eso no quiere decir que haya que “sostenerlo”: dejar funcionar la mínima intervención humana es regla de oro para el funcionamiento de los ecosistemas manejados por nuestra especie.

El estudio de la Sociedad Española de Ornitología refleja resultados extraordinariamente productiva: resulta que el cultivo de los frutales que proporcionan el “oro verde”, como se llama al aceite de oliva, sirve de base para el sostenimiento de un gran bosque, muy próximo genéticamente al autóctono del mediterráneo original que soporta las poblaciones ornitológicas de más de un centenar de especies de aves.

Ni siquiera el acebuche, que es la forma ancestral del olivo silvestre, ofrece tanto potencial ecológico como el olivar bien cultivado, pero si somos capaces de poner en valor no solo la productividad económica sino también su equivalencia ambiental, la resultante será que los aceites de mayor calidad son también los mejores para la naturaleza.

Resultaría demasiado prolija la simple enumeración de las aves que viven en el olivar, tanto las estacionarias como las nidificantes o las migratorias: por la hierba y las bases de los troncos pulula el mundo colorista y sonoro de los fringílidos, como verdecillos, verderones, jilgueros y pardillos; en el ramaje se esconden junto a ellos las oropéndolas, currucas y mosquiteros, que son los mejores insecticidas naturales y aseguran la limpieza de ramas y hojas sin necesidad de tóxicos.

La lista de pájaros, llamados científicamente “paseriformes“, es verdaderamente numerosa; pensemos en los carboneros, zarceros, tarabillas y alcaudones. Algunas especies, como el alcaudón dorsirrojo, el buitrón o el bisbita nos han sorprendido sobreviviendo mejor en el corazón de la explotación olivarera que en espacios no agrícolas en los que teóricamente gozan de figuras de protección.

Además de las aves estables y nidificantes, otras muchas visitan el olivar durante sus migraciones tanto en el paso como en el llamado “contrapaso”; muchas de ellas son rapaces, como el cárabo, el gavilán, el busardo, el halcón peregrino o el cernícalo.

Estamos hablando de las aves, un grupo que resulta excelente como indicador ecológico de la biodiversidad y el equilibrio de los ecosistemas, pero también bulle el olivar de vida minúscula en su suelo, como los insectos, arañas y otros invertebrados.

Parece que estamos en un momento del ciclo económico en el que los enemigos del olivar descansan o al menos no se muestran activos, y no hacemos referencia a las plagas naturales sino a los supuestos planificadores agrícolas del resto de la Unión Europea, aquellos que en el anterior paso de siglo nos visitaban e inspeccionaban preconizando la tala de olivar para sustituirlo por cultivos herbáceos supuestamente más rentables.

Aun suponiendo que fuera real la superioridad económica del ciclo de los cultivos que se proponían para heredar las tierras despojadas a los olivos, la extrema lentitud de la recuperación del olivar debería hacer rechazar la gran mayoría de los proyectos de tales sustituciones, ya que no existe “vuelta atrás” para la corrección de errores una vez consumada la tala.

No tenemos costumbre de poner en valor los recursos naturales. ¿Cuánto valdrían todas y cada una de las especies de un ecosistema agrícola si de verdad se considerara su tasación como valor añadido? Esta es la verdadera raíz del problema que saca a la luz la biodiversidad avícola del bosque de olivos.

Para defender al olivar y su mantenimiento en condiciones óptimas para la naturaleza, ni siquiera hace falta recurrir a las virtudes saludables del aceite que produce, que no es sino un zumo de fruta excelente desde el punto de vista nutricional y sanitario: su potencial ecológico cuando se gestiona con eficacia y visión de futuro son suficientes para protegerlo de cualquier ataque.

Los observadores de la fauna de los olivares sometidos a control para el importante trabajo de la SEO (Sociedad Española de Ornitología) así lo reflejan claramente.

Fuente: Libertad Digital

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