Los organismos del intestino ayudan a hacer la digestión y combaten gérmenes infecciosos
Las bondades de la dieta mediterránea son muchas y bien conocidas por todos, con numerosos estudios científicos que avalan sus beneficios para la salud. Pero ahora existe otro sólido argumento para defender a capa y espada este tipo de gastronomía, ya que «con una intervención para incrementar la adherencia a la dieta mediterránea y con un programa intensivo de pérdida de peso se producen cambios beneficiosos en la microbiota intestinal al cabo de un año», tal y como ha demostrado un reciente estudio español publicado en la prestigiosa revista científica «American Journal of Clinical Nutrition» y realizado por investigadores del Ciber de Obesidad y Nutrición (CiberOBN) en la Universidad Rovira i Virgili (URV) y el Hospital Virgen de la Victoria de Málaga.
«La dieta mediterránea ha demostrado tener capacidad prebiótica, modificando de forma favorable las bacterias de nuestro intestino», confirma Francisco Tinahones, investigador principal de este estudio, quien detalla que «las bacterias intestinales son los diminutos organismos vivos del intestino grueso de los seres humanos, a los que se les ha reconocido su importancia en el mantenimiento de una buena salud, especialmente la intestinal». Pero cabe preguntarse por qué, y aunque la respuesta no está clara, Tinahones atisba una razón, pues «sabemos que la dieta mediterránea es muy rica en polifenoles y se ha demostrado con anterioridad que éstos tienen un efecto prebiotico muy potente, con capacidad de mejorar el perfil de la microbiota en una persona».
En este sentido, «una dieta mediterránea bien entendida (con sus variaciones regionales) se traduce en que es rica en verduras de temporada y proximidad, fruta y aceite de oliva, además de incluir nueces. En ella se priorizan como fuentes de proteínas las legumbres, el pescado y el marisco, y en el caso de las carnes, el pavo, el pollo y el conejo, evitando las carnes procesadas y las rojas en exceso, además, no se consumen ultraprocesados, ni refrescos azucarados», recuerda Sari Arponen, especialista en Medicina Interna, doctora en Medicina y experta en enfermedades infecciosas y en microbiota. Por todo ello, tal y como aclara Arponen, la clave del beneficio que logra la dieta mediterránea en la microbiota «está en la combinación de múltiples alimentos: cuanta mayor variedad mejor», aunque tal y como detalla, sí es cierto que existen algunos alimentos especialmente beneficiosos, tal y como ocurre con «el aceite de oliva (virgen extra, idealmente), pues tiene propiedades antiinflamatorias y múltiples estudios científicos demuestran sus beneficios para nuestra salud y la de nuestra microbiota intestinal».
Algo similar ocurre con todas las verduras, «ya sean comidas crudas o cocinadas al vapor, a la plancha, al horno, en purés, cremas… también son especialmente beneficiosas. El uso frecuente del tomate en formato cocinado como en el pisto o la salsa de tomate también es muy interesante, por la gran concentración de ciertas sustancias beneficiosas, como el licopeno», asegura Arponen, quien hace hincapié, además, en los lácteos que se consumen en la dieta mediterránea y que «habitualmente estarán fermentados, siendo esta forma de procesamiento de la leche la más beneficiosa para nuestra salud intestinal. Y por último, priorizar la proteína animal de origen marino frente a las carnes rojas, lo que consigue un efecto antiinflamatorio neto para nuestra salud intestinal», añade.
Y así lo ratifica Tinahones, quien insiste en que «los nutrientes aislados por sí solos no tienen un gran poder, pero con una adecuada combinación, el efecto beneficioso se multiplica al lograr una biodiversidad de microorganismos y bacterias adecuada en el intestino. Y eso parece que está asociado a una protección casi para todas las enfermedades, por lo que resulta prioritario».
Fuente: La Razón